PREMIO ANTONIO BELTRÁN DE CULTURA GASTRONÓMICA 2023

El Premio “Antonio Beltrán de cultura gastronómica”, tiene por finalidad rendir testimonio de admiración o reconocimiento a una persona física o entidad con personalidad jurídica que, con su trabajo, gestión, actividad creadora, innovadora, investigadora, técnica, científica, histórica, educativa, social o de difusión, o con el conjunto de su obra, contribuya o haya contribuido de forma excepcional al conocimiento, desarrollo, transmisión y enriquecimiento de la Gastronomía Aragonesa como patrimonio cultural y turístico de Aragón. Ver las bases

“Premio Antonio Beltrán de Cultura Gastronómica” a Don Arturo Aliaga

En un acto celebrado en el salón Rococó del Hotel Goya de Zaragoza el lunes 13 de noviembre de 2023 la Academia Aragonesa de Gastronomía entregó el “Premio Antonio Beltrán de Cultura Gastronómica” a Don Arturo Aliaga.

Es la primera edición del Premio Antonio Beltrán, fundador y primer presidente de la Academia, que esta ha creado para reconocer anualmente a diferentes personalidades del mundo de la gastronomía.

El pleno de la Academia Aragonesa de Gastronomía acordó por unanimidad conceder el premio Antonio Beltrán de Cultura Gastronómica en su primera edición a Don Arturo Aliaga el «Premio Antonio Beltrán» con motivo de su gran aportación a la gastronomía aragonesa a lo largo de más de 25 años de trayectoria.

RAZONES JUSTIFICADAS

Palabras del presidente de la Academia Aragonesa de Gastronomia, Ernesto Fabre

«Un buen hombre, amigo de la mayoría de los aquí presentes, me manda cada día a las nueve de la noche, con puntualidad suiza, un correo electrónico con unas pocas líneas reflexionando sobre la felicidad.

Ese discreto “PITICLIN” que suena en mi teléfono cada noche, me evoca la película EN BUSCA DE LA FELICIDAD protagonizada por Will Smith, por la que fue nominado a un Oscar al mejor actor, y basada en la historia real de Chris Gardner, y que es posible que muchos de ustedes conozcan.

EN BUSCA DE LA FELICIDAD es una de esas películas que deben ser vistas y analizadas varias veces, por sus mensajes, sus símbolos y los ejemplos de vida ante la adversidad.

En sus casi dos horas, nos da una lección de vida. Es el reflejo de la vida misma, de todo aquello que nos ha sucedido o puede suceder a cada uno de nosotros.

La película tiene una enseñanza clara: cuando un obstáculo se presenta, buscas soluciones y lo enfrentas. Tienes que seguir adelante porque está en tus manos cambiar la situación.

Como muestra un botón:

Delante de una canasta de baloncesto, en cualquier parque, padre e hijo intentan encestar. Al pequeño chaval no le entraba ni una, su gesto se iba entristeciendo y su padre le dice: “No permitas que nadie te diga que eres incapaz de hacer algo, ni siquiera yo mismo. Si quieres algo, ve a por ello. No hay más.»

La historia de Chris Gardner nos enseña que la perseverancia, el creer en uno mismo, el “CREER” en lo que uno hace y en lo que uno es capaz de hacer son piezas y elementos esenciales en la construcción de una persona, y es lo que hace que su obra persista en el tiempo.

Hoy es un día feliz para la Academia Aragonesa de Gastronomía ya que honra a dos hombres por su nombre, por lo que han sido y por lo que son.

Esto es …

Crea por primera vez el premio Antonio Beltrán de Cultura Gastronómica y entrega el primer galardón a Don Arturo Aliaga.»

Momento de la entrega del Premio Antonio Beltrán a Don Arturo Aliaga (Foto: Agencia Almozara)

SEMBLANZA DE DON ANTONIO BELTRÁN MARTÍNEZ POR FRANCISCO BELTRÁN LLOPIS

Francisco Beltrán Llopis

Señor presidente de la Academia Aragonesa de Gastronomía —querido Ernesto—, señor secretario —querido Juan—, querido Arturo —primer premio Antonio Beltrán Martínez de la Academia— (y queridos familiares del sr. Aliaga), querido hermano Antonio, querida Concha, queridos colegas académicos, estimado público.

Es mi propósito con estas breves palabras completar la semblanza que de Antonio Beltrán Martínez, mi padre, acaba de trazar mi hermano Miguel, centrando ahora la atención en su dedicación a la gastronomía y a esta Academia de la que se honró en ser el primer presidente desde 1995 hasta su fallecimiento en 2006. La Academia fue uno de los postreros y más queridos proyectos en los que trabajó —y de los que disfrutó— un Don Antonio octogenario, que incluso a esa avanzada edad, como el gran historiador griego Tucídides decía de los atenienses, tenía la capacidad de plasmar sus ideas en acciones con singular eficiencia y muy poca dilación. Y eso es lo que ocurrió con la puesta en marcha de una institución aragonesa consagrada a la gastronomía que un grupo de personas —como se explicaba en el volumen conmemorativo del vigésimo aniversario de la Academia— andaba intentado crear a comienzos de los años 90 y a la que Don Antonio tuvo el acierto de dar forma académica. Con ello se pretendía asegurar —por decirlo con sus propias palabras— «el fomento del estudio y la investigación, (la) promoción, difusión y práctica del arte y (la) ciencia gastronómicos, con particular dedicación al ámbito propio de las comarcas y pueblos aragoneses, propiciando su estima y expansión y cuidando la pureza de sus tradiciones», por ello, a su juicio, la Academia como tal debía patrocinar y desarrollar trabajos de investigación, contar entre sus miembros con universitarios —que así es como acabé yo siendo miembro de esta institución—o fomentar la redacción de discursos de ingreso de los académicos —mea culpa!—, además de asesorar en la celebración de eventos gastronómicos y conceder premios a restaurantes y productos locales, una hoja de ruta que la Academia ha prolongado y enriquecido, y a la que, ahora, se une este premio en honor y memoria de su primer presidente, por cuya institución la familia de Don Antonio nos sentimos profundamente conmovidos.

A diferencia de nuestro actual presidente —que guisa, por ejemplo, un rabo de toro excelso—, las habilidades culinarias de don Antonio —como él gustaba de confesar a menudo y con no poca guasa— eran muy limitadas por no decir nulas,  aunque ello no le impidió consagrar centenares de páginas a ocuparse de la cocina aragonesa, perfectamente ejemplificadas por el vasto estudio introductorio que abre el espléndido volumen homónimo —Cocina Aragonesa, de 1985— cuya autoría compartió, entre otros, con Juan Porquet.  Don Antonio, aragonés de nacimiento pero sobre todo de elección —pues eligió asentarse en Zaragoza en 1949 cuando dispuso de otras opciones—, empezó a interesarse por la cocina aragonesa muy temprano, en los años 60 del siglo pasado, entendiéndola como una manifestación más de la cultura popular aragonesa —de eso que él gustaba denominar folklore— a cuyo estudio y divulgación consagró continuados esfuerzos a lo largo de su vida fueran cantes y dances, indumentaria, tradiciones y festejos —su retransmisión comentada de la ofrenda de flores llegó a convertirse en todo un clásico de las Fiestas del Pilar—o, desde luego, cocina. No en vano se refería a menudo a nuestra institución como Academia de Gastronomía Aragonesa, significativo lapsus calami que aparece reiteradamente en sus memorias.

Su aproximación a estas temáticas tenía como objetivo último enfatizar los rasgos característicos de la cultura popular aragonesa que, en el caso de la gastronomía, concebía como resultado de la confluencia del devenir histórico sobre un determinado ecosistema productivo mediatizado por prácticas sociales específicas y con manifestaciones locales diversas y peculiares de convivialidad. Entendía pues la gastronomía como un proceso holístico que se enraiza en las producciones locales transformadas por la coquinaria de diario o de fiesta, se robustece en las empresas alimentarias y resplandece finalmente en las mesas familiares o en los establecimientos de restauración, tomando así en consideración tanto la vertiente económica como las prácticas sociales convivales que se desarrollan alrededor de la mesa, sin descuidar los aspectos nutricionales o la salud alimentaria.

Prestaba pues atención a los grandes productos tradicionales de nuestros campos desde los higos de Fraga, los nabos de Mainar o las cebollas de Fuentes hasta el ternasco, los melocotones de Calanda o los aceites bajoaragoneses, así como a los dulces locales, vinculados a festejos y celebraciones comunitarias —cuya perduración tanto le preocupaba—, pero sin hacer ascos a las innovaciones como, por citar un caso, la Trenza de Almudévar, surgida en los años 80, de la que se convirtió en acérrimo partidario pese a su condición de diabético. Y alentaba, además, la consideración y el reconocimiento de las empresas alimentarias y hosteleras de las que era consciente que depende buena parte de la gastronomía moderna.

Más allá del interés antropológico por la cocina popular, del fomento de la investigación histórica y nutricional sobre los alimentos, y de la preocupación por reconocer la labor de hosteleros y productores, sin duda fueron las Recetas de la Abuela la actividad de la Academia por la que sentía mayor aprecio y cuyo valor atribuía a un “triple cometido de defender la cocina, integrar a las generaciones en tareas comunes, (y) dar valor a la universalidad de lo que nos une fortaleciendo las diferencias”.  Un aprecio sin duda fácil de comprender en un octogenario al que le encantaban los niños, pero que, además, sintetizaba la quintaesencia de lo que para él era la cocina popular. Recetas familiares propias de las variedades comarcales o locales de nuestra cocina que propiciaban no solo la salvaguarda de las prácticas coquinarias tradicionales de cada lugar, sino la transmisión a las jóvenes generaciones de sus elaboraciones y de su significado social en un clima de colaboración familiar intergeneracional.  Sin duda en esta cadena de transmisión de generación en generación de la cocina tradicional —perfectamente compatible, desde luego, con la innovación, la fusión y la modernización— estribe una de las claves para que la gastronomía aragonesa y española en general conserven e incrementen el extraordinario nivel del que ahora disfrutan (y disfrutamos).

Ojalá que las Recetas de la abuela  tan queridas por Don Antonio, sean una actividad recuperada por nuestra institución, a la que, para cerrar estas palabras, deseo agradecer de nuevo, en mi nombre y en el de mi familia, la entrañable iniciativa de instituir un premio en memoria de nuestro padre y primer presidente de esta Academia que, además y de manera más que merecida, recae en su primera edición en una destacada personalidad que comparte con Don Antonio su amor por nuestra región y que tanto ha trabajado en pro de la cocina y los productos alimentarios aragoneses: don Arturo Aliaga.

Enhorabuena Arturo y muchas gracias a los compañeros académicos—a Miguel Ángel Vicente Val— por la institución de este premio y a todos, por su atención.

Semblanza de Don Antonio Beltrán Martínez por el académico Miguel Beltrán Llopis. Foto Agencia Almozara

Acto de entrega del Premio Don Antonio Beltrán de Cultura Gastronómica a Don Arturo Aliaga

SEMBLANZA DE DON ARTURO ALIAGA POR JUAN BARBACIL PÉREZ, SECRETARIO DE LA ACADEMIA ARAGONESA DE GASTRONOMÍA

Arturo Aliaga

José Arturo Aliaga López (Jaulín, Zaragoza, 12 de octubre de 1955). Fue consejero y vicepresidente del Gobierno de Aragón.

Ingeniero industrial, fue profesor de la Escuela de Ingeniería de Huesca hasta su ingreso en el Cuerpo de funcionarios superiores de la Administración de la Comunidad Autónoma de Aragón en 1987 siendo destinado al Servicio Provincial de Industria, Comercio y Turismo de Teruel como jefe de la Sección de Industria. Entre 1991 y 1993 desempeñó el cargo de jefe de la División de Industria y Energía, también en Teruel, siendo vocal de la Comisión Provincial de Ordenación del Territorio y colaborador, como profesor asociado, de la Escuela Universitaria Politécnica. Designado en 1993 jefe del Servicio de Promoción Industrial de la Dirección General de Industria, Energía y Minas (Zaragoza), pasó en 1995 a ocuparse de la jefatura del Servicio de Comercio y Artesanía de la Dirección General de Industria, con especial atención a las áreas de ordenación y promoción comercial.

También fue jefe del Servicio de Financiación Europea en el Departamento de Economía y en enero de 1998 fue nombrado secretario general técnico del Departamento de Economía, Hacienda y Fomento desde 1999 denominado Departamento de Economía, Hacienda y Empleo.

Fue secretario del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Aragón de 1995 a 2002. Fue nombrado consejero de Industria, Comercio y Desarrollo de la DGA en 2002, y en 2003 consejero de Industria, Comercio y Turismo, cargo que desempeñó hasta 2011. Desde este año y hasta 2015 pasa a ser consejero de Industria e Innovación del Gobierno de Aragón.

Por su iniciativa, en junio de 1999 se creó en el seno del Gobierno de Aragón y más concretamente en el Departamento de Industria, Comercio y Turismo, la “Comisión de Restauración y Gastronomía de Aragón, que se comienza a reunir el 26 de mayo de 2001. A partir de esa comisión las diferentes asociaciones relacionadas con la gastronomía como sumilleres, cocineros, maîtres y la propia academia, además de HORECA comienzan a recibir ayudas anuales de manera habitual y que se mantienen hasta ahora.

En el año 200, con la colaboración directa de Aliaga, se crea el proyecto, Alta Cocina y Tecnología en colaboración con la Universidad de Zaragoza y que, en el año 2005, el Congreso Internacional de Gastronomía Madrid Fusión, le otorga el primer premio a la Investigación.

Impulsado por su Departamento y junto con Ibercaja y el Ayuntamiento de Zaragoza, se realizan las tres anualidades de “Zaragoza, cocina del agua 2006-2008”, como preámbulo a la Expo del Agua. Pasan por Zaragoza la práctica totalidad de los mejores cocineros de España y del mundo, incluidos países como China, Gran Bretaña, México o Japón, entre otros.

Entre otras muchas iniciativas destaca la publicación “Agenda Gastronómica Aragonesa” que desde 2006 se sigue editando con la participación del Gobierno de Aragón.

En el año 2008, se crea el Plan de Gastronomía de Aragón. Desde este plan se elabora:

  • El Recetario Tradicional Aragonés del Siglo XXI. Creando un equipo de más de 20 personas expertas en la materia: cocineros, académicos, periodistas, universitarios, etc. Se reunía periódicamente en las oficinas de Turismo de Aragón en la Avenida César Augusto.
  • Cocineros aragoneses viajan en representación de España a distintos destinos como Colombia (en dos ocasiones), a China, a Inglaterra, llevando Alimentos de Aragón para su mejor conocimiento.
  • Se crea la página web “gastronomía-aragonesa.com”.
  • Se realiza en colaboración con el CITA el primer y único análisis DAFO de la gastronomía en Aragón.
  • Se crea el concepto “Aragón a la carta” con distintivos en todos los restaurantes que participaban con una placa en sus puertas de entrada.

Se impulsa el Congreso Gastronomía y Salud que lleva ocho ediciones.

Por todo ello y más la Academia decidió en su reunión del pleno otorgar este premio a Don Arturo Aliaga.

Foto de familia de los miembros de la Academia Aragonesa de Gastronomía con Don Arturo Aliaga, premio Antonio Beltrán de Cultura Gastronómica en su primera edición el 13 de noviembre de 2023 en el Hotel Goya de Zaragoza (Foto: Agencia Almozara)
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